El pintor de inmediato dejó lo que estaba haciendo y , poniendo un nuevo lienzo en el atril, dió comienzo a la obra, la cual dió por acabada dos horas después.
El pintor colocó el óleo en una caja de madera grande de forma que no rozase la todavía fresca pintura y la pudiera transportar de forma segura. El potentado le preguntó cuánto valía, a lo que el pintor le dijo que eran dos mil florines.
El señor montó en cólera y dando gritos le pedia explicaciones de por qué le cobraba tanto por un trozo de tela y dos pegotes de pintura que había dispuesto en un momento.
El pintor le respondió con serenidad : "En realidad no le he cobrado nada por el lienzo y los óleos, lo que le he cobrado son las dos horas de mi vida, que se las he dedicado a usted en exclusiva, y si he tardado sólo dos horas en hacer la pintura se debe a que levo cuarenta años practicando la técnica al óleo para que cuando llegase hoy le pudiera hacer una obra de arte en un momento". Entonces, el señor sacó el dinero y se lo pueso en la mano, cogió su pintura y cuando salia del estudio se giró al pintor y sonriendo le dijo: "Gracias".
Esta anecdota se la escuché a principios de los noventa a una guia del Museo del Prado,y hace poco la volví a leer.
Hoy creo que era el momento de compartirla..
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